Enfría la leche lo antes posible tras el ordeño para frenar la proliferación bacteriana.
Utiliza envases de vidrio o plástico apto para alimentos, bien cerrados.
Evita cambios bruscos de temperatura que puedan afectar la calidad.
Consume la leche cruda en un plazo máximo de 48 horas para garantizar su seguridad y sabor.
Si no se va a consumir rápidamente, considera su transformación en productos lácteos artesanales como quesos o yogures.